Escribía el jueves acerca de la oportunidad perdida para ver el nuevo film de Woody Allen, y pese a que la enigmática Marian y el más conocido David me comentaban que no era tragedia alguna porque la película no apunta a ser de Oscar, lo cierto es que sigo lamentando la desaprovechada oportunidad.

Para consolarme/martirizarme un poco más, ávido leo algunas de las críticas que hoy viernes se publican sobre la película y me parece curioso la que aparece en el suplemento "Quèfem" de La Vanguardia, y que empieza así:

"No fa pas tant de temps, confessar-se fidel seguidor de Woody Allen era el més in entre la intel·lectualitat gafapàstica. Recitar de memòria qualsevol diàleg dels seus films assegurava mirades de complicitat i somriures d'acceptació en festes de loft, rubricar una conversa sobre Allen amb un 'és un geni' suscitava onades d'adhesió entre els qui no volien baixar del carro de la modernitat."

O hay mucha sintonía entre el anónimo redactor de la crónica quefenera, o es un lector escondido de este blog. Mis parecidas palabras eran "hace poco, era un signo de pseudo status sociocultural. Me explico, Woody Allen se había convertido para cierta casta social en lo que actualmente es el Cirque du Soleil (o Circo del Sol para los JoséLuisianos) y alguna vez fue el Liceu, un acto cultural de preceptiva asistencia. Con independencia del disfrute (relativo) del acto, lo importante era poder comentar después el haber ido".

Curioso esto de coincidir en el planteamiento critiquero, si bien sólo sobre la forma, ya que sobre el fondo (la película) desconozco si vale la pena o no el film. Más críticas al respecto are welcome.

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