Todos los vuelos habían transcurrido con aparante normalidad. La llegada a Barcelona fue a la hora prevista y, con suerte, podría llegar a casa con tiempo suficiente de ver el partido del Barça.

Sin embargo, la espera en el aeropuerto de los equipajes duró más de lo esperado. El motivo: la desaparición, mejor dicho, la no aparición de la maleta facturada.

Agotada la paciencia de espera y tras comprobar que no había nada que hacer en la cinta transportadora, se cursa la correspondiente reclamación de equipaje. "Está aún en Munich", dice la amable señora/señorita. "La traeremos en un próximo vuelo y mañana se la llevaremos a casa".

Confiemos que así sea.

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