Cobardía opertística es un concepto que aún no está en ningún diccionario y que, tal vez, un día incorpore a la Wikipedia.

Lo definiría como aquel bloqueo mental de un aficionado a la ópera ante algunos retos, que se le antojan insuperables por mucho que en el pasado haya superado pruebas similares. Es algo parecido al temido yips de los golfistas, aunque afortunadamente para los afectados operísticos, no se conocen consecuencias físicas (salvo una indomable somnolencia).

Todo esto viene a relación ante la representación de Tannhäuser, de Richard Wagner, que hoy tengo previsto ver en el Liceu. ¿Por qué? Por la duración de la obra (4 horas y 20 minutos), que la hacen bastante incompatible con aquel que, por avatares profesionales, acude al feudo operístico recién llegado del Despacho un viernes a las 20.00h y es propenso a este síndrome de operística cobardía.

Resultado: Prometo verla en DVD a la mayor brevedad.

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