Esta madrugada, sobre las tres, un ruido brusco me ha hecho despertarme de un más que profundo sueño (provocado, todo hay que decirlo, por una dura jornada de trabajo y una soporífera película).
Temiendo ser víctima de un robo, me alzo armado de una zapatilla de tela que, aún poderosamente lanzada y atinando en todo un ojo, creo que hubiera sido incapaz de provocar la más mínima molestia en su hipotético destino.
Aún así, y legañoso, me acerco a la habitación-despacho (dónde ubicaba el origen del estruendo) y compruebo que, pese a un cierto desorden adicional al esperado, la ventana está intacta (nadie ha entrado por ahí, pues).
Entonces, ¿qué ha pasado?, ¿por qué cuatro o cinco discos duros externos están por los suelos, acompañados de un ventilador y de la base del ipod/itouch)? ¿cómo es que mi única planta sobreviviente está ahora medio chafada, aprisionada por una tabla de madera?.
Compruebo que una estantería ha cedido (sí, sí, una de las que comentaba aquí), y con ella, se han precipitado al suelo y a la mesa unos cuantos terabytes de información (que confío poder recuperar, aunque no las tengo todas conmigo) contenidos en unos discos duros que, externamente, dan mucha lástima por su estado (aunque viéndome en el espejo, con estas pintas, veo que tenemos mucho en común).
Tras comprobar que no sólo ha cedido la estantería, sino que los cables de datos y de corriente han sido incapaces de contener a los discos duros, mucho me temo que, más que un accidente, he sido víctima de un intento de suicidio informático. Este fin de semana, en el que espero tener tiempo para comprobar el estado técnico en el que han quedado los discos y lo en ellos contenido, veremos si han o no fracasado.
Si les recupero, prometo que además del ventilador las 24 h. encendido que hasta hora tienen, les daré ocasionales vacaciones y puntuales desconexiones.
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