Por fin. En cuanto acabe este post, pese a que la hora quizás no sea la más habitual, pienso pegarme un baño... ¡de agua caliente!.
Sí. Ya tengo un calentador que parece funciona. Es nuevo. Un Junkers de 14 litros (que me dicen que 'va sobrao' para un piso como este). Confío en que así sea.
La alegría, de verdad, es muy grande. Poderse lavar las manos (y no sólo las manos) con agua caliente en lugar de fría congelada es una experiencia que no recordaba yo que diera tanto gusto.
Se acabaron las visitas al gimnasio con el prioritario objetivo de salir duchado (lo del deporte era secundario), o el llevar agua caliente desde la cocina al baño... ¡Aleluya!
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