Con el conejo ya medio programado y bautizado con el nombre (cómo no) de Himajina, tras la tradicional pero no por ello menos emotiva comida familiar de San Esteban del día 26 (Boxing Day, festivo por aquí), media familia acude al piso para pasar la tarde (lluviosa) y comprobar las evoluciones o verlo por primera vez (mi hermano y su mujer no habían estado aún).
Al propio tiempo, varios amigos también fueron viniendo a casa, cual pastorcillos al Portal de Belén, en este caso para conocer a Eva en su primer viaje por estas tierras.
Tal y como mandan los cánones de la cortesía y educación, todo fueron palabras amables acerca del piso, sin existir ni un sólo reproche a una luz eternamente fundida, el suelo de parket moteado (esto es, con manchas irregularmente distribuidas) o las paredes en dopple-estucatexion (esto es, que la misma sala tiene dos estucados diferentes).
En cualquier caso, está claro que el protagonismo (merecido) era para Eva y sus magníficos, grandes y curiosos ojos.
Por cierto, menos mal que en el último minuto fuimos capaces de retirar de debajo del árbol los regalos para los ahijados (que también vinieron al piso) antes de que los vieran. Los suyos son para Reyes.
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