Volver al Despacho tras unos provechosos días de descanso siempre es un engorro.
Y el engorro puede convertirse en algo hartamente molesto si uno aún tiene que estar arreglando y configurando un ordenador que se quedó caput antes del viaje a Chicago y que aún está dando mucha guerra.
Pero lo que hace que el día sea auténticamente nefasto es enterarse de la falta hoy de dos abogados.
El primero, un compañero de despacho que hoy empezaba una nueva aventura profesional en la que le deseo toda la suerte del mundo. De hecho, pensándolo bien, dado que estoy seguro que no necesita dicha suerte, mejor que se la traspase a su estimado Español, que la necesita mucho más.
El segundo deja un vacío más difícil, ya que me entero del fallecimiento el pasado domingo de un brillante abogado con el que he compartido más de una mesa de trabajo en el ámbito del Derecho de las Nuevas Tecnologías.
No sé por qué, pero esta mañana les encuentro a faltar a ambos.
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