En su momento ya se visitó Bucarest en un viaje específico del que no guardo mal recuerdo. En esta ocasión, tras la capital, toca la segunda ciudad más importante de Rumanía, Timisoara.
Ni un sólo problema con el vuelo. Puntual, servicial, sin demasiadas exigencias respecto del equipaje de mano... eso sí, la sensación (casi la certeza) de ser los únicos "turistas" en todo el avión.
Al llegar, casi medianoche, taxi hacia el hotel, mientras por la radio se va retransmitiendo como la vecina Serbia va ganando a Rumanía (5-0 al final) en la liguilla de clasificación para el Mundial... cosa que me inquieta ya que nunca es bueno ir con un taxista enfadado.
Afortunadamente, el conductor hace gala de una loable resignación (los hay que perdieron 2-6, le intento decir) y enseguida se llega al hotel, del que algo comentaré en una próxima crónica.
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