Madrugón, algo menor del esperado y del que la prudencia aconseja ante un viaje en avión; me he quedado dormido. Sigue lloviendo y al llamar a un taxi me dicen que no habrá nada disponible hasta de aquí más de una hora (¿no habría crisis en el sector?). Como hay más compañías, la siguiente de la agenda me facilita un taxi en menos de cinco minutos.
Embarcada la maleta, en la cola de la puerta de embarque a Madrid comprueban el pasaporte y me pregunta (aunque de un modo algo superficial) por el mal llamado "visado electrónico". Comento con la "chequeadora de pasaportes" qué pasaría si no lo hubiera tramitado. Me comenta que cree que nada pero me cuenta una "historia" sobre un viajero frecuente a USA que conoce y que lo tramitó las dos primeras veces, luego no, y que cuando no lo hizo tuvo problemas. Creo que es una "historia" (con las comillas) o "leyenda urbana" porque la autorización (que no visado) una vez obtenida, dura dos años... Total, que me parece que no se enteran mucho sobre este tema.
El vuelo no está mal. Va muy lleno, aseguraría que completo. Chicago es uno de los mega-hub americanos. Las películas que ofrecen son correctas. "Una pareja de tres" (Marley & Me) saca a relucir mi lado sensiblero... que hartón de llorar al final. La siguiente película -"Dí que sí" (Yes Man)- tiene una curiosa trama, pero no la sigo con mucha atención, ya que me paso la última mitad del vuelo jugando con una niña de apenas 3 años del asiento de delante (la madre, encantada de descansar y recuperarse, pues a la llegada a Chicago aún le queda una conexión con San Francisco).
En cualquier caso, finalmente se llega (¡por fin!) a O'Hare, uno de los aeropuertos de Chicago y de los más importantes del mundo.
vas solo?
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