Más de 30 minutos (bastantes más) para pasar el control de pasaportes, pero al final no hay problema. Me he quedado con las ganas de preguntar al funcionario/policía de fronteras si había comprobado o tenido en consideración el tema de la "autorización electrónica". No lo he hecho porque no quería retrasar aún más la cola que me seguía, además de que 'sufría' por la maleta, mareada seguramente ya de la de vueltas que habría dado por la cinta.
Aprovechando la conexión del aeropuerto con el metro, me animo a utilizarlo, no sólo por ser más económico, sino porque lo veo como una 'experiencia' más.
Y mala suerte también que uno memorice el nombre de la estación/parada de metro de destino, porque en Chicago debe memorizarse ello... y el nombre/color de la línea. En caso contrario, puede pasarle a alguien (¿a quién le habrá pasado?) que se baje en la estacion "Grand" de la línea azul (saliendo en pleno suburbio), sin lógicamente ni encontrar el hotel ni ninguna referencia, hasta que se da cuenta que dónde tenía que bajarse es en una homónima parada "Grand", pero de la línea roja (en pleno centro de la ciudad).
Tras dicha aventura (y el correspondiente ejercicio físico de subir y bajar un para nada despreciable equipaje), llegada al hotel.
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