Tras una multitudinaría pero fría (climatológicamente hablando) cabalgata de los Reyes Magos, uno se ha ido a dormir confiando que bajo el falso árbol de Navidad, al lado del también falso calcetín que cuelga de la más que falsa chimenea se depositen los regalos para mis ahijados y sobrinos, que bien se los merecen.
Lo que no sé si me merezco yo es el ajetreo de ir a las casas de los destinatarios de tales regalos y, en clara competencia desleal a los de UPS, hacerles entrega personal de sus paquetes, que no dejarán de ser acumulados junto a los otros muchos recibidos.
Un buen amigo me explicó hace tiempo que, recibidos todos los regalos, "obliga" a sus hijos a que elijan únicamente dos o tres de entre ellos, entregando los "descartados" -absolutamente nuevos-, a otros niños (y ludotecas, etc.).
Además de una sana y educativa constumbre, supongo que podría considerarse un antecedente del re-gifting.
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