Inicio con ganas estas vacaciones en la Costa Oeste de USA, que constará de tres destinos: Los Angeles, San Francisco y Las Vegas.
El vuelo Barcelona-Los Ángeles es con Iberia y, por supuesto, vía Madrid. Como siempre, todo son prisas en el cambio de avión (y de terminal) al llegar a Madrid y como siempre también el vuelo sale con retraso.
Al final no es tan grave, y pese a salir una hora más tarde de lo previsto, se consigue llegar con diez minutos de adelanto sobre el horario establecido.
El vuelo, eso sí, es muy malo e incómodo. Aunque los asientos son en la zona delantera (fila 8), el avión es antiguo, con butacas incómodas. El sistema eléctrico no funciona en todo el lateral en el que estoy, luego no se puede escuchar el audio de las películas (total, son malas y apenas se ven en el mini monitor de la fila anterior) ni tampoco encender la luz individual, cosa que ya molesta más.
Por si no fuera suficiente, en los dos asientos delanteros se presentan, conocen e intiman dos caballeros de lengua fácil y vivencias muchas (que se explayan en explicar durante toooodo el vuelo).
Finalmente llegada al aeropuerto de destino y rápida resolución de los trámites de entrada en el país (mucho más rápido y cómo que Chicago, Nueva York o Miami).
Para ir al hotel, situado en el Downton de Los Angeles, aunque existe la opción de transporte público, utilizo el servicio de Super Shuttle. Por 16 US$ por persona, servicio a la puerta del hotel en una furgoneta compartida por sólo dos personas más (en este caso concreto). No hace falta reserva previa y es muy fácil contratarlo: nada más salir de la terminal hay un puesto. Tras un poco de espera hasta que llega la furgoneta adecuada (hacen rutas distintas), en apenas 35 minutos llego al hotel. Aunque el tráfico es importante para llegar a la ciudad, la furgoneta puede ir por unos carriles especiales para vehículos con 2 o más pasajeros, por lo que se consigue ir de forma muy fluida.
El hotel es el Westin Bonaventure. Es espectacular, aunque más profesional que lujoso. La habitación, es en el piso 29, con buenas vistas. El hotel tiene tiendas en el interior, gimnasio, piscina exterior y varios restaurantes. Pero uno está cansado, no hay hambre y ya se explorará todo ello más adelante. Toca dormir tras más de 12 horas de vuelo.
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