La vida es dura. Y con la crisis, aún más. Y hay mucho estrés, tanto, que incluso afecta a los pollos, sobre los que se acaba de comprobar científicamente que, si están estresados, sufren más de la bacteria patógena Campylobacter, lo que les hace enfermar.
Claro está que el estrés parece serles provocado por el hecho de ir al matadero, con lo que, para ellos, lo de enfermar es un mal menor y seguro que les importa poco. De hecho, tampoco les importa demasiado a los productores.
Así, en palabras de la Coordinadora de enfermedades de equinos, porcinos y granja de la Dirección de Lucha Sanitaria del SENASA (Argentina): “el productor no se preocupa por si el pollo está o no estresado desde el punto de vista humanitario, pero si desde el punto de vista de la sanidad y de la calidad del producto que él quiere obtener. El estrés es malo para el pollo desde un enfoque sanitario. Estresado, el pollo es más sensible para contraer enfermedades. De todas maneras no vive igual que un pollo que está en libertad, criado en el campo suelto. Aunque, al contrario, quizás tiene más estrés un pollo libre porque tiene que cuidarse de los depredadores.”
O sea, que hasta los pollos, libres o no, se estresan. Ahhh. Quizás el estrés humano empezó con ellos y es contagioso. Y yo echándole la culpa a clientes, jefes, jueces cuando la culpa es de los nuggets… Menos mal que hay medios para combatir el estrés (apto también para pollos –que sepan leer-):
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