Hoy 22 de julio, se celebra el “Día Internacional del Trabajo Doméstico”.
Fue oficialmente declarado como tal en 1983, en el Segundo Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, celebrado en Lima (Perú), a fin de reconocer el aporte que desde el interior de sus hogares hacen las mujeres a la sociedad y la economía nacional.
En este sentido, vaya por delante mi desacuerdo entre el motivo celebrado y el título o nombre de la celebración. Si querían reivindicar el trabajo femenino, que así lo digan. Pero a estas alturas, ¿no es, acaso, el trabajo doméstico una aportación también del hombre a la sociedad y a la economía nacional?
Y es que los números deben explicarse bien:
Así, cuando se indica en la Encuesta de Empleo del Tiempo 2009-2010 del INE que las mujeres dedican 4 horas y 4 minutos a tareas domésticas y familiares, 2 horas y cuarto más que los hombres… ¿no querrán decir que las mujeres deben aumentar su eficiencia? No me extraña que el país tenga un problema de productividad si el 50% de la población necesita casi un 50% más del tiempo para hacer lo mismo… porque… ¿hacen lo mismo, no?.
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