
Pues con el nombre de Puerquita he bautizado a la novia de Himajín, una bonita y simpática lechona de peluche anti-estress que mi tía Rosa me ha regalado durante estos días tortosinos. Desde que la tengo, Himajín se revuelve en el barro mucho más contento.

Añádanse a mis agradecimientos, los de la himajinaria mascota que hace un tiempo adoptamos (y que es mucho más mona, sin duda alguna, que la vaca Tula santanderina).
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