En mi familia, tenemos la costumbre de hacer el 90% de los regalos en Nochebuena.
El día anterior me había auto-comprado un nuevo monitor-televisión de 23'' y unas horas más tarde descubrí (las formas lo delatan) que uno de mis regalos iba a ser, precisamente, un nuevo monitor. En consecuencia, la Nochebuena comienza con la devolución del monitor que me iba a ser regalado (dejando el regalo para Reyes) y con algunas compras de última hora.
Destacar la magnífica atención que nos prestan en una perfumería cercana al piso. Al ir cargados, se ofrecen a guardar los regalos, sacan del aparador (a iniciativa suya) el último de los envases de un perfume que buscaba, me asesoran para escoger un perfume para una aromísticamente desconocida familiar y me colman de muestras y regalos extra. Ciertamente en las perfumerías (entre ellas mismas y entre ellas y las grandes superfícies) la competencia es grande (muy grande) y, además de los precios, la atención al cliente es la clave. En mi caso, ya tienen un cliente fijo.
Tras una ovípara cena familiar (que no es la primera ni será la última en estas fechas), y dado el cansancio generalizado, decidimos hacer entrega de los regalos una hora antes, con un resultado espectacular (siguiente post).
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