Además del ya clásico dilema LCD vs. PLASMA, la compra de un televisor está sujeta a un número de variables y decisiones tan grande que es un acto extramadamente complejo.
Además de las dimensiones (¿por qué -sólo- en pulgadas?), está la cuestión de las marcas (desde las nothifixi's hasta las más reputadas), el tema de la pantalla (cristal, panel, opaco, antirflectante), la peana (móvil o no), su estética (los hay preciosos) y, finalmente, sus prestaciones. Y aquí, claramente, hace falta un diccionario enciclopédico o una nueva versión de la wikipedia:
Full HD / HD Ready / 24 frames / 100 Mhz / nitidez / pulgadas / HDMI / AmbiLight / Live Colour Creation / SCART / DVB-T / tiempos de respuesta / procesador XD-Engine / DNIe / y un largo etcétera de acrónimos y palabrejas de dudoso contenido real.
Al final, ante tanta oferta y tantos inidcadores, selección mediante el mejor de los criterios posibles: el precio y aquella famosa cancioncita libre de derechos de SGAE: pito, pito, colorito, dónde vas....
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