Hubo una vez una joven muy bella de Buenos Aires llamada Felicitas Guerrero (de hecho, se le llegó a considerar "la mujer más bella de la república Argentina"), que se casó con 16 años en 1862 con Martín de Álzaga, un hombre mayor y acaudalado. Tras perder a su único hijo (aunque hay fuentes que hablan de la pérdida de dos), Felicitas quedó viuda con apenas 26 años. A su hermosura sumaba el hecho de ser una de las fortunas más grandes de la Ciudad de Buenos Aires, lo que la convirtió en objeto de admiración y requerimiento de muchos pretendientes. Entre ellos estaba el celoso Enrique Ocampo, a quien la viuda rechazó sin miramientos. Quiso el destino que el enamorado descubriera que la causa de tal rechazo era la preferencia de Felicitas por el estanciero Samuel Sáenz Valiente. Enfermo de rabia, Ocampo disparó a la muchacha un 29 de enero de 1872, suicidándose después. Felicitas murió al día siguiente, un 30 de enero como hoy. Los Guerrero, quienes heredaron toda la fortuna, mandaron construir, en homenaje a su hija, una capilla ubicada en la calle Isabel La Católica, en Buenos Aires.
Pues bien: se cuenta que todos los 30 de enero, en el aniversario de su muerte, durante la noche puede verse a Felicitas vestida de blanco llorando desconsolada y con el torso ensangrentado, y hasta en las noches de tormenta puede oírse el lastimero sonido de las campanas, estando la iglesia vacía. También existe el mito que asegura a quien toque las rejas de la entrada, recuperará a su amor para siempre. Algunos dejan pañuelos blancos atados a los barrotes.
Ha de saberse también que la de Santa Felicitas es la iglesia menos elegida de Buenos Aires para celebrar bodas, y la única (¿de Argentina?) que contiene una estatua de seglares (la que acompaño), la cual, por cierto, se dice que garantiza una vida triste y desdichada en caso de ser tocada.
Abogado del sector Internet y Nuevas Tecnologías, inicié Himajina.com en el año 2007 como divertimento especializado en crónicas varias y "Días de". Con casi 5,5 millones de páginas vistas, seguimos -como podemos- con ello.
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