Quizás sea porque poseo un gratísimo recuerdo los
teleñecos y de
Fraggle Rock o porque
Pinocho (incluso en su versión Disney) me ha parecido siempre una magnífica historia. O tal vez sea porque siempre me he cuestionado quien verdaderamente mueve los hilos de ciertas cosas en el mundo.
Por un motivo o por otro, los títeres y las marionetas, ese mundo de historias explicadas mediante personajes ocultamente articulados, me ha parecido siempre fascinante. Y la celebración de su Día Mundial, que tiene lugar hoy, es motivo de alegría.

Usados en teatro (un simple calcetín en Éxit, del
Tricicle, es suficiente) y en pareja evolución a
los ayer homenajeados cuentacuentos, los títeres gozan de una creciente reputación y un consolidado público.

No es casual que del último viaje a Estambul precisamente me trajera un par de simples muñecos articulados que, a buen seguro, provocarán unas cuantas sonrisas.
Ei, a mi aquest ninot em sona...
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